Estación Grand Central

Algunos dirán que una estación de tren no se merece la consideración de monumento. Claro, eso es porque no han visto la estación Grand Central de Nueva York, posiblemente una de las más bonitas, si no la que más, de todo Estados Unidos. Construida a principios del siglo XX, e inaugurada en 1913, es una enorme estación de estilo clásico que impresiona nada más verla.

Terminal Grand Central

La situamos en el centro de Nueva York, entre las avenidas Madison y Park, apenas a quince minutos a pie del Empire State Building. Es fácil identificarla gracias a su imponente fachada, con la estatua central de Mercurio, y Hércules y Minerva a sus pies. Cuando entréis en ella descubriréis un impresionante vestíbulo de 40 metros de altura, muy iluminado gracias a los tres amplios ventanales situados a más de veinte metros del suelo.

Nadie diría en su interior que estamos en una estación de trenes. Lámparas lujosas, escaleras de mármol, una decoración suntuosa… Incomprensible que un lugar así pudiera ser demolido, como pretendían en la década de los 60, sobre todo tras el boom de la llegada del automóvil. Afortunadamente se mantuvo, y hoy en día es una importante terminal de trenes para todo el país y algunas ciudades de Canadá, además de una estación de cinco líneas de metro.

Si venís con la intención simplemente de visitarla, os recomiendo hacerlo en unas horas en las que no haya mucha gente. Imaginaros que aquí hay andenes para 67 trenes, y por ella transitan cada día aproximadamente más de 400.000 personas. Tanto es así que se trata de la estación de tren con mayor número de andenes del mundo.

Merece la pena la visita ya que se trata de toda una joya arquitectónica en la ciudad de los rascacielos. Además hay que echarle un pequeño vistazo a las zonas comerciales del interior, las que posiblemente con su oferta de ocio posibilitaron que la estación siguiera en pie.

Turistas y lugareños se mezclan todos los días en la Grand Central Terminal de Nueva York. Tiendas, restaurantes, trenes… No quedaros sin ver la Vanderbit Hall, la tremenda y ostentosa sala de espera de 1.100 metros cuadrados. Su techo y toda la decoración en general resulta francamente sorprendente.

Como veis, una estación de tren sí puede ser considerada como monumento. La Grand Central de Nueva York lo es, y por méritos propios.